En la última década, en la Argentina, surgió un fenómeno novedoso: Las cooperativas de trabajo en la industria del software e innovación tecnológica. No es un hecho casual que en una década, se hayan creado más de 15 empresas de este tipo.
Me animo a decir que, las cooperativas tecnológicas, son hijas de las fábricas recuperadas. Empresas donde los trabajadores, desde la resistencia, marcaron el camino y sembraron en una generación la idea de que se puede. No solo se puede salir adelante uniendo nuestro esfuerzo y haciendo de la solidaridad los cimientos del trabajo, sino que también nos enseñaron que es un deber ético pensar en el interés colectivo por sobre el individual.
Esto vino acompañado de políticas de estado que plantearon, fundamentalmente, recuperar para las mayorías el derecho al trabajo e incorporarlas al mercado de consumo.
En este contexto, nos incorporamos a la economía social huyendo de la cultura corporativa. Siendo que nuestro principal capital es el conocimiento y teniendo a nuestro alcance la posibilidad de ser dueños de los medios de producción, nos lanzamos a la aventura de gestionar nuestro sustento de vida, nuestro trabajo.
Acá va a hacer falta hacer un paréntesis para entender que hay otro fenómeno que hace posible nuestra autonomía y este es el software libre. Básicamente, nuestras computadoras pueden funcionar con sistemas que fueron creados bajo licencias de uso libre. A las sombras de los monopolios del software que todo lo patentan. Estos sistemas son creados y alimentados por quienes creemos que el saber y la creación de saberes nuevos, es parte de la acumulación histórica de conocimiento de los pueblos que solo puede ser transmitido por la vida en comunidad.
Acá está nuestro aporte a la economía social. En nuestra génesis está la defensa de la libre circulación del conocimiento. A partir de que en nuestra propia existencia como sector está la necesidad de la existencia de sistemas informáticos libres de patentes, nuestro interés queda atado al interés general al entender que los saberes no deben ser apropiados por un puñado de empresas multinacionales.
Nuestro camino es corto y todavía nos queda mucho por recorrer. A veces nos abruma la tarea cotidiana y nos cuesta ver el horizonte. Pero pareciera que, en el camino que a emprendido la Argentina de conquistar derechos, nuestro aporte iría por la búsqueda de la soberanía digital.